Oraciones y mensajes

  • 1. Oración compuesta por SMR para recitar en cualquier circunstancia y dificultad:

    “Pon tu mano, Madre mía, ponla antes que la mía. María Auxiliadora, triunfe tu poder y misericordia. Líbrame del demonio y de todo mal y escóndeme bajo tu manto. Amén”.

     

     

    2. Oración que hizo en el día de sus bodas de oro (50 años) de su profesión religiosa:

    “Intercambio feliz: A cambio de mi padre, te me has dado a tí mismo; a cambio de mi madre, a la Santísima Virgen; a cambio de mis hermanos y hermanas, a los santos; a cambio de mis amigos, a los ángeles; a cambio de mi patria, todo el mundo y después, el cielo; a cambio de mi voluntad, la tuya; a cambio de mis comodidades, el reposo y el abandono en tu corazón; a cambio de mis riquezas materiales, las riquezas espirituales; a cambio de mis satisfacciones terrenas, las delicias espirituales y, abrazando la cruz, encontrarte y así vivir y morir contigo, para gozarte eternamente.” “La oración es para el alma lo que el aire para los pulmones.””La acción divina no quiere encontrar obstáculo ninguno en la criatura. Todo le sirve, todo le es útil y oportuno, todo es nada sin ella, y la nada es todo con ella.” “¡Qué hermoso sería morir frente al mar! Veo a Dios en cada gota.”

     
    3. “Oh Jesús, enséñame a hablar, trabajar y vivir no más que de tu amor, en tu amor y para tu amor”.

     
    4. “Buenos días, Jesús. Aquí vengo a saludarte. Vives tan solo. Ven a mi alma, Jesús”.

     
    5. “Padre mío, escucha benignamente mi oración. Concédeme, por intercesión de María Auxiliadora la gracia que te pido, si no es contraria a tu Santísima Voluntad. Yo creo, firmemente en tu infinito poder y sabiduría; pero sobre todo creo y espero contra toda esperanza en el infinito amor y misericordia que me tienes. ¿Acaso no has dejado que tu Divino Hijo muriera en la cruz por mí? No desoigas mi súplica, atiéndemela favorablemente en nombre de Jesús y de María y por la Preciosísima Sangre del Señor, concédeme…(Pídase la gracia que se desea alcanzar). Para tu mayor gloria y la salvación de mi alma. María Auxiliadora, Madre mía, cuento contigo, en ti confío, en ti me abandono, estoy seguro de ti”. (Padre Nuestro, Ave María y Gloria).

  • 6. “Madre Mía acuérdate. Acuérdate que yo te amo con el amor de todos y de cada uno de los Espíritus bienaventurados, ángeles y Santos del Cielo, pero sobre todo, con el amor del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Acuérdate que eres madre de Jesús y Madre mía. Acuérdate que eres llena de gracia y Madre de Misericordia. Acuérdate que soy toda tuya, enteramente tuya. Acuérdate que a ti me he consagrado con toda el alma, vida y corazón. Acuérdate que en ti creo ciega y firmemente y que en ti, he puesto toda mi confianza. Acuérdate que estoy segurísima de ti, ciega y firmemente. Acuérdate que todo, absolutamente todo, lo espero de ti. Acuérdate que me abandono enteramente a tu maternal amor. Acuérdate que vivo encerrada en el corazón de Jesús dentro del tuyo, para que me formes, para el Espíritu Santo, con Jesús (como a Jesús)… en Jesús, por Jesús y para gloria de Jesús. Si Reina mía, mi soberana Princesa, mi Dueña, mi obsesión, mi consuelo, mi dicha, mi alegría y delicia, tesoro y encanto de Jesús. Tu eres toda mía, yo soy toda tuya, en la vida y en la muerte, en el tiempo y en la eternidad.”

     
    7.  “Dios de paz, más que nunca deseo y busco la paz del alma; deseo ese bien más preciado que todos los de la tierra. Dios de paz, si hubo una gracia solicitada con insistencia, con afán, con deseo sincero y ardiente de obtenerla, es ésta que os pido hoy: la paz de mi alma, la tranquilidad de mi corazón, la serenidad de mi conciencia. Que los demás os pidan, si así lo prefieren, los bienes de la tierra, las dulzuras y consuelos de la vida, en cuanto a mí sólo anhelo esta paz inefable; os lo pido con todo mi corazón y según la extensión de vuestra misericordia. No se la pido al mundo, porque sé que el mundo no puede dármela. Pero también sabéis, Vos oh Dios mío, que este tan preciado fruto no nace por sí solo en mi alma; al contrario, llevo en mí misma todos los principios que la pueden alterar y destruir: pasiones violentas, inclinaciones perversas, todo en mi interior combate contra esta paz. Por lo tanto únicamente, Vos, me la podéis conceder y conservar. Os la pido en nombre de vuestra infinita Bondad esta paz que habéis venido a anunciar a la tierra, esta paz inalterable que reina en vuestro corazón, establezca su imperio dulcísimo en el mío, y asegurad el de vuestra gracia y el de vuestro amor. ¡Desgraciada el alma turbada siempre, la conciencia agitada que en castigo de sus pecado, lleva en sí el gusano roedor que la destroza sin cesar! ¡Bienaventurada, en cambio, la que posee el don de la paz! Pues encuentra en sí misma y por adelantado las delicias del cielo. Así sea”.

  • 8.  “Al no más  despertar gritaré: ‘¡Mamá, Mamacita linda!’ y me echaré en sus brazos… y allí me quedaré abrazándola y besándola, y repitiéndole bajito, muy bajito y dulcemente: “Ave María”…

    Al toque de campana me levantaré con premura porque “Mamá” así lo quiere: para imitar a Jesús que siempre cumplió con prontitud la Voluntad de su Eterno Padre. Luego me vestiré ¡por Ella y como Ella!

    Al ir a la Meditación, “Mamá” será quien me propondrá las verdades que debo meditar, y sin pestañear, es decir, sin perder ni un solo instante su presencia, contemplándola de hito en hito, la escucharé con atención, siguiendo todos sus movimientos e impulsos, sus sentimientos y afectos, para ofrecerlos al Eterno Padre como ramillete de flores de exquisito olor que embalsamen ¡el ambiente mortífero del mundo!

    Durante la Santa Misa me colocaré siempre al pie de la Cruz, abandonándome sobre el pecho inmaculado de mi Mamacita linda, (para sentir los latidos de su corazón) y, tras los lentes limpidísimos de sus ojitos llorosos, de esos ojos virginales, diamantes fulgidísimos trocados en rubíes por el llanto, contemplaré al Corazón agonizante de Jesús, ofreciendo por Ella al Eterno Padre, sus sufrimientos y los de su divino Hijo, para su mayor honra y gloria y por las necesidades de la Santa Iglesia…etc., etc…

    La comunión, (o sea, “Mi Pancito del Cielo, mi Bocadillo sabroso, suave, tierno y delicioso, mi obsesión y mi consuelo”) la recibiré de manos de Mamá, y, ofreciendo a Jesús como trono, el Corazón purísimo de Mamá linda, le ofreceré también con Ella, en Ella y por Ella, todos sus sentimientos, y los sentimientos de todos los justos, ángeles y demás espíritus bienaventurados, en la siguiente forma: (Antes de la Comunión):

    1°. Todos Los sentimientos de los justos que han existido, existen y existirán hasta la consumación de los siglos en reparación, expiación y desagravio por todos mis pecados, ofensas y negligencias de pensamientos, palabras y obra: ofreciendo a Jesús, principalmente con este fin, los sentimientos de David, María Magdalena, San Dimas, San Pedro y San Pablo, San Agustín, Santa Margarita de Cortona, San Camilo de Lelis, la Pecadora Taïs, y todos los más grandes pecadores que, convertidos, han hecho después inmensa penitencia.

    2°. Ofrecer a Jesús, (siempre con este fin), las lágrimas y el dolor de su Madre Inmaculada, al verlo derramar sus primeras gotas de sangre en la Circuncisión, al perderlo en el Templo, al tener que separarse de Él para su predicación, al verlo con la Cruz a cuestas en la calle de la amargura, al contemplarlo pendiente de la cruz, después exánime en sus brazos, al dejarlo enseguida en el sepulcro, y, por último, pasar ¡sin la luz de sus ojos 24 años en el destierro!…

    3°. Purificada pues, interiormente, por estas lágrimas purísimas unidas a todas las que Él mismo derramó en su Pasión y Muerte, y, antes, a su entrada en Jerusalén…y, cubierta exteriormente con ellas, (revestida de esas perlas brillantísimas), me acercaré a recibir a Jesús de manos de Mamá…
    (Después de la Comunión). 1. Ofreciendo a Jesús como trono, el Corazón de la Virgen Santísima le ofreceré nuevamente todos los sentimientos de los Justos, ángeles y demás espíritus bienaventurados, en amor…, adoración, alabanza y agradecimiento pero, sobre todo, 2. Los sentimientos de la Virgen al recibirlo a Él en la Encarnación …, en su Nacimiento, al volverlo a encontrar en el Templo, al verlo en su Resurrección, al recibirlo en su Primera Comunión, al entregarse a Él en su preciosa muerte, y, al entrar por fin, llena de gloria ¡en el Cielo!… 3. En seguida dejaré que Ella sea quien hable, agradezca y ruegue por mí, (pidiendo por mi parte a Jesús, que me haga amarla como Él la ama y amará ¡por siempre jamás!…)

    El desayuno lo tomaré como si hubiera sido preparado por Mamacita linda y, llena de agradecimiento lo tomaré, admirando su ternura y delicadeza maternal.

    Mi trabajo, sea cual fuere, lo haré en compañía de Mamá; antes bien, me lo pondré en sus manos como títere, para que Ella sea quien piense, hable y trabaje en mí y por mí.

    El examen, Visita, y demás prácticas de piedad, las haré como “una niñita” que junta sus manecitas para ir repitiendo lo que “Mamá irá diciendo. Así seré un “eco” de su voz dulcísimo que deleite a los ángeles y al mismo Dios, según sus intenciones.

    Los recreos, acompañada siempre de mi Hermanito Jesús, los haré alrededor de Mamá, para que Ella también goce y ría con nosotros.

    Pero…mi principal e incesante ocupación será: vivir recostada sobre el pecho de Ella, escuchando las palpitaciones de su Inmaculado Corazón, cubriéndola de besos, (a porfía con el Niño Dios, pues juntamente con Él viviré yo) y, apropiándome de sus afectos y los de mi Hermanito, se los ofreceré al Eterno Padre como nube de incienso, para que su mayor gloria y para mayor bien de la Santa Iglesia Universal.

    Mi reposo, será como el de mi Hermanito: sobre el Corazón amorosísimo de Mamá, repitiéndole con Él, hasta dormirme, “Mamá, mamacita linda, yo te amo y te amo y te amo por medio de Jesús”…

  • 9. “Concédeme Dios mío que, mientras voy subiendo la cuesta de mi vida, pueda sin interrupción: Enjugar todas las lágrimas que encuentre, endulzar todas las amarguras y sinsabores, suavizar todas las asperezas, y echar un poco de bálsamo en todas las heridas…

    Haz que pueda sonreír a todos los tristes y angustiados; dar la serenidad a todos los atribulados, unir todos los corazones distanciados, y apaciguar todos los enconos y violencias.

    Haz que pueda dar siquiera un pedazo de pan a todos los hambrientos que me pidan… un vaso de agua a todos los sedientos; un retazo de lienzo a todos los desnudos y un albergue en mi alma, siquiera  a todos los peregrinos.

    Haz que pueda dar un rayo de luz a todos los que andan en tinieblas; encaminar hacia el bien a todos  los que andan extraviados; dar la mano a todos los que están a punto de caer y levantar con delicadeza a todos los caídos.

    Haz que pueda arrancar las espinas de todos los corazones oprimidos, devolver la paz a todos los que la han perdido; cubrir con el manto de la caridad a todos los pobres pecadores, y derramar por doquiera…refrigerio, descanso, bienestar y calma.

    Sí Dios mío, concédeme la gracia de poder consolar y ser instrumento de tu bondad y de tu misericordia. Lléname de mansedumbre, humildad, bondad y dulzura; de comprensión, compasión y piedad, y graba en mi alma y en mi corazón tu imagen benditísima, santísima y queridísima de tal manera, que ya no sea a mí a quien vean sino a Ti, dulce Amor mío.

    Que no haya una sola alma que pase por mi lado que no la lleve inmediatamente a tu amor y sólo  piense en adelante huir del pecado y agradarte. ¡Ah! Tengo hambre y sed de justicia! Es decir, ¡de hacerte conocer, amar y servir! Por eso como a Isaías, toca mis labios, mas no con un carbón encendido, sino con una gota de tu preciosa Sangre, para que se abran a publicar tu Nombre y a pregonar sin cesar tus maravillas y grandezas y, sobre todo, las ternuras de tu divino y adorado Corazón.

    ¡Oh Madre mía! Con Jesús, en Jesús, como Jesús, por Jesús, y para gloria de Jesús me entrego y abandono ciega y enteramente en tus brazos maternales, para pasar directamente a la hora de la muerte de los tuyos, a los de la infinita misericordia del Señor. Cúbrame bajo tu manto y defiéndeme del enemigo malo. Amén”.

     
    10. “¡Oh mi amor!, ¡mi dulce Amor!, ¡mi único y solo Amor! ¡mi divino, infinito y eterno Amor! ¡Yo te amo con tu mismo amor! Y ansío y anhelo vivir ¡no más que de tu amor! ¡amándote y haciéndote amar! Mas, no sólo ¡cada día más, sino cada instante más! Oh fuente perenne de gracia y de amor, de inefable amor, de infinito y eterno amor, de dulzura, de paz, de bondad, de ternura y de ¡misericordia infinita! Mi Cielo, mi Sol, mi Luz, mi Guía, mi Bien, mi Rey, mi Esposo adorado, Vida de mi alma y alma de mi Vida.

    Oh mi Dios, mi único y mi todo. Todo es nada para mí, tú eres todo para mí ¡y yo soy toda para ti! ¿Quién hay en el Cielo y en la tierra para mí, fuera de Ti? Y, qué me importa más de mí ¿si no es de ti?

    Tuya soy en la vida y en la muerte, en el tiempo y en la eternidad. Con el Corazón de María yo te amo y adoro aquí, ¡dentro de mí! mi corazón sólo late por ti. Sí sólo un deseo tengo yo Rey mío, absolutamente uno: “vivir en un acto ininterrumpido de amor, de abandono y de confianza sin perder ni un solo instante tu presencia, y ver y procurar que todos te amen”. ¡Vivir y morir de amor!

    ¡Ah! yo te amo con el amor del Padre y del Espíritu Santo, y me abismo, sumerjo, entrego y abandono para siempre en el océano infinito de ¡tu infinito amor! Prefiero morir mil veces antes que pecar, porque te amo sobre todas las cosas. Prefiero morir mil veces antes de dejar de amarte. Prefiero morir mil veces antes que vivir un solo instante ¡sin amarte!

    Mi Corazón de Jesús, mi dulcísimo y humildísimo Corazón de Jesús, mi reposo y mi descanso, mi sosiego y mi Bien. Corazón de Jesús lleno de bondad y de amor ten piedad de mí
    Corazón de Jesús, ardiente de caridad, ten piedad de mí.
    Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad, ten piedad de mí.
    Corazón de Jesús, salud de los  que en vos esperan, ten piedad de mí.
    Corazón de Jesús, esperanza de los que en vos mueren, ten piedad de mi.
    Corazón de Jesús, delicia de todos los Santos, ten piedad de mí”.

  • 11. “Las almas. Por ellas hazlo todo! Agótate en el relente crudo de tus noches y gástate en el sol calcinante de tus medios días. Harás terriblemente misericordiosa para ti esas que te curten por las lamas a relente y sol, sin  que nadie lo sepa.

    Tuerce y retuerce tu vida, hasta dejarla en la carretera rectilínea y solitaria del amor por cuyos recodos te esperan ellas…Date a ellas pero no en préstamos que exigen fecha de término. No devengues intereses por lo dado; ¡exige un amor mayor las rentas de tu dar!
    La santidad no está en hacer actos externos sino en el amor interior del acto externo.
    El Señor dijo a Pablo: “No temas que Yo estoy contigo”.
    Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas Tú.
    Mi alma te ansía de noche Señor. Mi espíritu madruga por ti.
    Dios mío, mi escudo que adiestra mi mano para la pelea, mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo; mi escudo y mi refugio.
    El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos”.

     
    12. “Vivo diciéndole al Señor: ¡Qué más podías hacer por mí? Todo me lo has dado con infinito amor desde mi infancia; todos los gustos, las satisfacciones. Este amor grande a Jesús Sacramentado, a María Auxiliadora…Me lleno de amor cuando en cada Misa, lo veo bajar del Cielo entre millonadas  de angelitos que no saben cómo poner sus manitas; veo sus ojitos, sus sonrisas…es una belleza sin nombre. Fíjese ¡qué dolor! Me quieren suprimir Misas en la Capilla…Estoy sufriendo inmensamente, pero callo…Después de breves instantes de silencio añadió: Me he escrito una página de los silencios de la Virgen considerándola en distintas circunstancias de su vida: la Encarnación, Belén, la huída a Egipto, en la pérdida del Niño, en el apostolado de Jesús, en la Pasión…(Me enseño para que lo leyera)

    Sobre el silencio, serenidad y paz imperturbables de la Virgen Santísima.
    No dijo ni una sola palabra ante las perplejidades de San José; ni una sola por las negativas de los bethlemitas; ni una, por el Nacimiento de su Hijo (el Hijo de Dios) en ¡un portal! No pronunció ni una queja, porque Herodes lo perseguía para matarlo; ni en ¡la huída a Egipto! No dijo ni una sola sílaba por el odio satánico que le tenían los escribas y fariseos, y ni una, en toda su Pasión y Muerte. No fue Ella quien ayudó a Jesús a llevar la Cruz, ni le enjugó su divino rostro, ni le ayudó a levantarse, en sus caídas. No se opuso a que lo despojaran de sus vestiduras, hasta de la túnica inconsútil; y dejó que lo clavaran en la Cruz. Calló ante los insultos y blasfemias de los judíos y mal ladrón, y no corrió a saciarle la sed. Ya muerto, no impidió al centurión le traspasara su santísimo costado y no anduvo afanosa buscando la sábana en qué amortajarlo y ¡dónde sepultarlo!
    Su conformidad a la Voluntad de Dios fue absoluta, estaba totalmente ¡abandonada en El! (¡le dejaba hacer!…)
    ¡Ah! Sin embargo, ¿quién podrá medir después de su exilio, su soledad y nostalgia prolongada de 24 años consecutivos sin su Cielo, su Amado de su alma…?…¡Fiat! No se haga mi voluntad, ¡sino la tuya! Pues aún no está la palabra en mi boca y ya tú, Yavé lo sabes todo”.

  • 13. “Dios mío, Padre amado, concédeme todo lo que necesito para acabar la obra que me has encomendado: las viviendas, los talleres, las academias, las fábricas, los mercados, las fincas, y sobre todo los grandes salones donde te haremos  conocer y amar, y así hacer conocer y amar a la Virgen.

    Tú lo sabes todo, lo puedes todo y sé que me amas, porque todo lo temo de mi debilidad, ignorancia y maldad, pero lo espero todo de tu infinito poder, sabiduría y bondad y…sobre todo, de ¡tu infinito amor y misericordia!

    Yo creo ciega y firmemente que no necesitas de nada ni de nadie para hacer y [hacer] desaparecer los mundos; por eso Padre amado, con Vos cuento, a Vos me confío, a Vos me abandono, estoy segura de Vos. En Vos, mi Rey, creo y me abandono en tu amor, en Vos, Espíritu Santo, espero y me abandono en tu amor, y en Vos, mi Madre Santísima, confío y me abandono en tu amor.

    Dios mío, Dios mío, ¿qué cosa te he pedido que tú no me hayas concedido? o mejor dicho, ¿qué cosa yo he deseado que tú no me hayas dado? ¡Ah! Yo te amo en todos,  en cada uno de los instantes de los tiempos desde ab eterno y por todos los siglos de los siglos, con el amor que la Virgen te ha tenido y tendrá por siempre jamás, y con el amor [con] que tú mismo te has amado, te amas y amarás eternamente…

    Padre mío, dame tu amor hasta la locura de la Cruz. Esa vida íntima de unión, de recogimiento de oración y de contemplación. La santa libertad de espíritu y de humildad, de pureza y de penitencia y de infancia espiritual, alegría espiritual, celo por la gloria divina, por los intereses de Jesús y la salvación de las almas, amor apasionado por la Virgen y al prójimo por tu mismo amor. Dame el don de la fe, de la esperanza, de la caridad, del abandono y de la confianza; la sencillez y la mansedumbre, la bondad, la dulzura, la benignidad y la misericordia – dámelas por mis patriarcas, profetas y protectores a quienes amo e invoco diariamente (…). Sí, ¡hazme instrumento de bondad y misericordia! (…) Todos los Santos que se han distinguido más por su compasión hacia los pobres, sean mis principales compañeros, me llenen de sus mismos sentimientos y sigan por mi medio favoreciendo a los desvalidos y aliviándolos   en sus tribulaciones, que me reparen los auxilios que necesito para satisfacer a todos sus necesidades y los ayude siempre con amor, benignidad y comprensión.

    Cambia en fin, Padre mío, mi corazón duro, rebelde, orgulloso, indómito y soberbio, con el corazón magnánimo, dulcísimo y mansísimo, amantísimo y amabilísimo de mi dulce Jesús, y haz que viviendo íntimamente unida a la Trinidad y amándola con su infinito amor pueda gozar también desde esta vida como será después en el cielo, los inefables gozos de la contemplación y las ternuras maternales de María mi Madre Inmaculada. Dios mío, Dios mío, concédeme por tu misericordia la perseverancia hasta la muerte”.

     
    14. “Mi Rey… renuevo mi voto de pobreza, castidad y obediencia, en tu amor, con tu amor y por tu amor. Quiero ser verdaderamente pobre de espíritu, casta de alma y cuerpo, obediente de mente y de corazón solamente por Ti, porque te amo. Padre mío, yo, te ofrezco mi Amor, tu Amor por Él, con Él y en Él, me ofrezco yo. Patria, familia, riquezas, honores, placeres, comodidades, libre voluntad. Levantará su mano izquierda sobre mi cabeza y son su derecha me abrazará. Dios me da la luz, el aire, el fuego, las flores, los animales, los cinco sentidos y las facultades del alma; la Iglesia, los Sacramentos, las inspiraciones, su presencia permanente en el Altar y…sobre todo se me da a sí mismo con su amor eterno, infinito, fiel, desinteresado, constante, da gozo y es rico en misericordia. Ama tú y perdona como ¡ama y perdona Dios!…La mano de Dios y su voz: Las Sagradas Escrituras, los Superiores, las vicisitudes, las desgracias, las calumnias, las enfermedades…El amor humano es egoísta, inconstante, olvidadizo, impaciente, mal agradecido, interesado, pequeño, ignorante, insuficiente, insulso, mezquino, vil…miserable, malo. Corazón de Jesús, traspasa mi alma con tus divinos ojos, para que así como el vidrio al sol, irradie yo tu Imagen dulcísimo, santísima y amabilísima a cuantos me vean y los traspase en tu amor.

    Bendíceme, oh María Auxiliadora. Que tu bendición santísima me acompañe y permanezca en mí noche y día: en la alegría y en la tristeza, en el trabajo y en el descanso, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte y por toda la eternidad.
    ¡Oh bendición de María! Feliz el que la pide, la recibe y la conserva y que después  de obtenerla aquí en la tierra, la lleva hasta el último suspiro, como prenda de vida eterna. Amén”.

  • 15. “En este bello día, de gozo ansiosamente esperando, día de la fiesta de María Auxiliadora – nuestra Madre Santísima -, pidámosle humilde y fervientemente, que bendiga a todos y a cada uno de nuestros cooperadores, a todos y a cada uno de sus devotos y a todos y cada uno de los hogares de los costarricenses y ¡del mundo entero!

    Elevemos a Ella, a menudo, nuestro pensamiento y nuestro corazón, para manifestarle nuestro amor y alabarla, uniéndonos en espíritu, a los miles de millones que en esta fecha gloriosa la festejan.

    Virgen Santísima, ternísima Madre de Jesús y Madre nuestra, te ofrecemos este Rosario que ahora vamos a rezar, junto con todas nuestras prácticas de piedad, pasadas, presentes y futuras, en reparación de nuestro pecado, para bien de nuestros padres y parientes, por nuestros Superiores y Bienhechores, por las necesidades de la Santa Iglesia, en sufragio de las almas del Purgatorio, por la conversión de los pecadores, la perseverancia de los justos y en agradecimiento de todos los beneficios recibidos. Te lo ofrecemos, sobre todo,  para que los niños se aparten siempre del pecado, huyan como la peste de las malas conversaciones, de las malas lecturas, de los cines y de los bailes, y conserven la pureza de sus almas, para gloria y complacencia del Señor. Oh, María Auxiliadora, reine en nosotros tu amor. Salve Regina, etc.
    Madre mía, ¡no me dejes! No me dejes ¡Madre mía! Habla por mí, ruega por mí, intercede por mí, Sé mi amparo, mi defensa y mi sostén. ¡Sé mi Madre!.
    Oh, Jesús mío; por tu pobreza, humildad, silencio y obediencia que has tenido, tienes y tendrás hasta el fin de los siglos en el Sagrario…dame…Expóngase la gracia que se desea obtener.
    Jesús mío, yo te amo con el Corazón Inmaculado de María (3 v.) Madre mía, yo te ofrezco esta comunión en reparación de los ultrajes que recibe tu inmaculado Corazón y para alcanzar la gracia de mi salvación eterna que has prometido a los que hagan los cinco primeros sábados conforme a tus deseos.
    Madre mía, dale gracias a Jesús por mí, por todos los beneficios que me ha concedido; pero, sobre todo, por no haberme hecho morir en ninguno de los momentos en que le ofendía con el pecado, y por haberme otorgado la gracia de poder confesarme y de recibirlo en la santa Comunión. Jesús mío, yo te amo con el Corazón Inmaculado de María.
    Doscientos cincuenta millones de corazones de católicos, se creen en el colmo de su felicidad repitiendo el nombre dulcísimo de María. ¿Cuántas veces lo repito yo voluntariamente, durante el día, para pedirle ayuda y protección?.
    El mundo, las generaciones todas, llaman a María bienaventurada y se consagran a Ella. ¿No haré yo también otro tanto?.
    No nos consideremos satisfechos honrando solamente a María. Lleguemos a algo más: ¡amémosla! Sí,  y repitámoselo muchas veces cada día…¡a cada hora!”.

     
    16. “Oh Santísima Trinidad, en cada instante de mi vida hasta la consumación de los siglos entiendo ofrecerte con los sentimientos del Corazón Inmaculado de María:

    La pureza, santidad y mérito de Jesús para tu mayor honra y gloria.
    La preciosísima Sangre de Jesús, para gloria de la Virgen.
    Las lágrimas divinas de Jesús, para gloria de todos los Ángeles y Espíritus bienaventurados del Cielo.
    Las llagas sacrosantas de Jesús, para sufragios de las Almas del Purgatorio.
    La Encarnación, Nacimiento e Infancia de Jesús, para todos y cada uno de los Santos y Santas del Cielo.
    Los besos y ternuras de Jesús para su Madre Santísima, por todos y cada uno de los santos y almas privilegiadas de la tierra.
    Las primeras palabras y pasos de Jesús, por todos y cada uno de los demás justos de la tierra.
    Las complacencias, sonrisas y bondades de Jesús, para gloria de mi Angelito de la Guarda.
    Las mirada, milagros, y acciones de Jesús, para la conversión de los pobres pecadores.
    Las respiraciones, pulsaciones y palpitaciones del Corazón divino de Jesús por todos y cada uno de los de mi familia.
    La humildad, mansedumbre y dulzura de Jesús, para curación de mi soberbia, descuentos de todos mis demás pecados y en agradecimiento por todos los beneficios recibidos.
    El sacrificio de nuestros altares por las personas que se encomiendan a mis pobres oraciones.
    El amor, anonadamiento y adoración de Jesús por todos mis hermanitos espirituales y por los de la Congregación.
    La justicia y misericordia infinita de Jesús, por todas y cada una de mis Superioras y [mis] confesores.
    La realeza y soberanía de Jesús por el Papa, los Sacerdotes y Religiosas del mundo entero. Amén”.